Hablamos de abrir una aplicación como si fuera lo más natural del mundo y, para nosotros, como usuarios, lo es, pero para el sistema operativo es un poco más complejo. En pocas palabras el sistema operativo tiene que cargar en su memoria los archivos y recursos que componen la aplicación. Paralelamente, tiene que ejecutar el código de la propia aplicación para empezar a realizar los cálculos y funciones que ella le pida.
La aplicación, por lo tanto, ocupa dos recursos en nuestro dispositivo: por un lado, la memoria RAM donde se almacena la información y, por el otro, el tiempo de procesado, es decir, el tiempo que le toma el procesador hacer los cálculos que la aplicación requiere.
Qué significa cerrar una aplicación
Cierre normal
Para nosotros, como usuarios, cerrar una aplicación simplemente significa dejar de verla. Ya sea presionando el botón Home o con el gesto de deslizar hacia arriba salimos de la aplicación. Como antes, al sistema operativo este proceso le es un poco más complejo.
Los recursos del sistema (memoria y procesador) son finitos y, por lo tanto, se asignan siguiendo prioridades. Las aplicaciones que tenemos en pantalla tienen la máxima prioridad, en el momento que nosotros salimos de ella su nivel de prioridad baja a prácticamente cero.
A partir de este momento el sistema tan solo le permitirá a la app un tiempo extra muy reducido, alrededor de un minuto aproximadamente, para que la aplicación ponga orden en la memoria y se apague.
Cierre forzado
Si forzamos el cierre de la aplicación, entrando en la multitarea y luego deslizando hacia arriba, el sistema de cerrado es distinto. El sistema cierra inmediatamente cualquier proceso de la aplicación y, además, purga de la memoria RAM todo el contenido relacionado con ella.
¿Forzar o no forzar?
Todas las aplicaciones en nuestros dispositivos usan recursos de memoria y recursos de procesado. Estos recursos son muy valiosos porque, al ser finitos, su asignación afecta directamente a la velocidad y rendimiento de todo el sistema.
Así, ¿forzar el cierre de las aplicaciones es una buena costumbre? No.

Vamos a explicarlo desde el punto de vista de los recursos de memoria y de procesado.
Desde el punto de vista de la memoria, el sistema mantiene en ella los archivos de la aplicación que acabamos de utilizar, ¿por qué? Pues porque si volvemos a abrir la aplicación estos estén disponibles y no tengan que cargarse desde la aplicación a la memoria de nuevo.
Hay que tener presente que el sistema es lo suficientemente listo como para purgar de la memoria todos aquellos elementos antiguos que ya no utilizamos en el momento en que el nivel de espacio libre es demasiado bajo.
De modo que mantener la memoria vacía no es mejor, sino que simplemente obliga al sistema a cargar de nuevo en memoria todo el contenido cada vez que abrimos una app, algo que consumen tiempo y sobretodo batería.
Desde el punto de vista del procesado, el sistema cierra la aplicación de forma automática pasado un tiempo prudencial (un minuto aproximadamente) en el que se le permite poner orden y finalizar ordenadamente su actividad. De modo que forzar el cierre de las aplicaciones solo “mejora” el rendimiento por un escaso minuto. Pero en contrapartida puede causar perdida de datos y fallos varios en las aplicaciones, pues no se les permite acabar su tiempo de ejecución sino que se les fuerza a dejarlo a medias.
Todos estos argumentos esperan acabar con el mito de que cerrando aplicaciones nuestro dispositivo va más rápido, algo que podría ser cierto hace 7 u 8 años, cuando la tecnología en este campo era más incipiente, ha dejado de tener validez hace mucho tiempo.
Si queremos que nuestro dispositivo sea rápido dejemos que él mismo se ocupe de su parte y nosotros simplemente usémoslo y disfrutémoslos.